Cierto día llegó al bosque una jirafa muy elegante, este se llamaba Scott, los animales se sorprendieron al verlo a causa de su gran altura y amabilidad.
Después de un tiempo, Scott puso una tienda pequeña en medio del bosque, al principio solo le compraban los que vivían cerca, por esta razón, la jirafa repartía volantes de su tienda y trataba de entablar conversación y de ayudar en lo que podía para ganar más compradores. Su altura era de ayuda para los animales porque podía llegar a lugares muy altos para rescatar a muchos y sacar la comida más deliciosa para los animales que lo pidieran. Así se hizo conocido, y la mayoría de los animales iban a su tienda para comprar; poco a poco Scott fue engrandando su tienda. Muchos de los animales eran sus amigos porque alguna vez los había ayudado.
Un día, llegó el zorro a su tienda y le dijo:
—Amigo Scott, tú deberías ser el presidente de esta ciudad, tienes el porte y sé que podrás hacer mucho por este bosque.
Scott respondió:
—¿Yo? Nunca lo había pensado, no me gusta la política —decía la jirafa, mientras abría una gaseosa para compartir con el zorro.
Esa noche, Scott no pudo dormir pensando cómo sería si él fuera el presidente, en realidad, él siempre había pensado ser el presidente del bosque, pero sabía que, si quería algo, tenía que empezar desde el primer peldaño, ahora había llegado el momento, era conocido, tenía las posibilidades de ganar.
—Mañana reuniré a mis amigos más cercanos para formar mi partido y lanzar mi candidatura —pensaba en voz alta.
Luego de algunos meses, el partido de Scott estaba en primer lugar, según las encuestas del bosque.
Los animales aclamaban a gran voz: ¡Scott presidente! ¡Scott presidente! ¡Scott presidente!
Este hecho, hacía que Scott, la jirafa, estuviera confiado de su victoria en las elecciones.
Días antes de las elecciones, Scott pasaba por el río principal del bosque y oyó a lo lejos que alguien gritaba, así que fue a ver lo que sucedía; el señor castor era el que gritaba, la corriente se lo estaba llevando.
—¡No hay nadie alrededor, solo estoy yo! —decía Scott, mientras alargaba su cuello y trataba de alcanzar al castor, después de varios intentos logró alcanzarlo.
—¿Cómo es posible que algo tan valioso se lo lleve la corriente? —pensaba, entre tanto miraba la pepita de oro que había encontrado el castor en el río y lo tenía en su bolsillo que por su tamaño saltaba a la vista y la jirafa logró rescatar de la corriente. —Con esta pepita puedo comprarme muchas cosas. ¡Nadie se va enterar! No creo que ese castor sobreviva a las corrientes de este río. —reía Scott y así fue a su tienda.
Llegó a su tienda, se echó en el sofá y prendió el televisor. En las noticias apareció el castor dando su testimonio cómo se había salvado gracias a un gran árbol que se cayó al río, luego contó cómo Scott le quitó su pepita de oro y lo había dejado abandonado. Scott estaba aterrado, su verdadero ser había sido descubierto, pero no se iba a rendir tan fácilmente.
Al día siguiente, los reporteros estaban en la tienda de Scott para saber que decía la jirafa sobre este hecho tan atroz. Scott salió y habló con los reporteros.
—Lo que dice el señor castor es una infamia. —aseguraba la jirafa con enardecida voz —Yo arriesgué mi vida para salvarlo, mas no pude hacerlo porque la corriente estaba muy fuerte y no logré alcanzar lo suficiente, solo conseguí agarrar una parte de su ropa donde estaba la pepita de oro y esa pepita se cayó al río. !El señor castor ha confundido los hechos!
Algunas semanas después, descubrieron que lo que decía Scott era falso, debido que encontraron la pepita de oro que había robado la jirafa al señor castor.
El día de las elecciones llegó, de hecho; Scott, la jirafa, no ganó.
Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?
Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.
Jeremías 17: 9 – 10